Detalle infinito de Tim Maughan [reseña]

Algunos apuntes alrededor de Detalle infinito (la novela de Tim Maughan que Caja Negra editó en 2022), en los que reflexiono sobre la vinculación entre la ciencia ficción, la ficción política y la tecnología

Esta reseña apareció por primera vez en la Revista Marabunta

Se ha vuelto un latiguillo de la crítica cultural enunciar que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Así, el capitalismo, según Mark Fisher, se nos presenta hoy como el único sistema económico viable y como un sistema al que es imposible imaginarle una alternativa. Este realismo capitalista concierne tanto a los espacios de activismo político (especialmente, los reformistas/progresistas) como también a la industria cultural e imaginaria contemporánea, donde el género popular predilecto para constatar sus hipótesis es la ciencia ficción. Ahora, lo más aterrador de la observación es que implica un capitalismo post-apocalíptico. Incluso después del fin del mundo, seguirían rigiendo las leyes del mercado.

Con su novela Detalle infinito, el escocés Tim Maughan parece ponerse a conversar con este postulado. Editado en español por Caja Negra en 2022, la novela discurre alrededor de la desaparición de internet y de todo lo que se lleva consigo: el consumo global, los aviones, las redes de suministro, las comunicaciones, la distribución de comida, la energía, el sistema financiero. Maughan divide la novela alternativamente en “Antes” y “Después” , en capítulos que se mezclan para contar cómo se llega al ciber-ataque que derrumba la infraestructura del capitalismo globalizado y lo que ocurre después. Casi todo transcurre alrededor de la ciudad inglesa Bristol, centro neurálgico de esta novela de ficción especulativa en que la humanidad, aunque a duras penas, sobrevive a este regreso forzado a lo analógico.

Desde Orwell, Atwood, Bradbury y Le Guin, pero también Asimov o los hermanos soviéticos Strugatski, sabemos que la ciencia ficción es un género narrativo fértil para la ficción política y, por qué no, para el ensayo especulativo. Y en tiempos donde las tribulaciones civilizatorias están a la orden del día, el género brota y prospera. De alguna manera, Detalle infinito se inscribe en esa rama de la ciencia ficción, contrapuesta quizá a otras subramas en las que algún desastre borra a una mayoritaria porción de la humanidad y todo lo que quedan son individuos de rapiña. En ¿Cómo militarías el fin del mundo?, Chuit Roganovich observa que entre el 2008 y el 2022, en Occidente se produjeron aproximadamente 432 películas de ciencia ficción. La gran mayoría de estas películas tematizan diferentes variaciones de la distopía (ya sea ambiental, bélica, temporal, ecológica, biológica o digital). A un nivel más específico, de éste total, cerca del 35% trabaja con diferentes expresiones de distopías políticas.

Sin embargo, Detalle infinito no necesariamente construye una distopía. Aquí la civilización perdura después del colapso de internet. De hecho, algo interesante de la novela de Maughan es que tanto en el antes como el después del ciber-ataque encontramos fuerzas políticas en pugna. El realismo de Maughan discute ese lugar común que suele representarse en este tipo de narrativas, donde los elementos tiránicos de la contemporaneidad aparecen exacerbados para construir un poder monstruosamente incontestable. Los ejemplos clásicos de esta expresión son 1984, de Orwell, y en Un mundo feliz, de Huxley.

Sin ir más lejos, el ataque que destruye internet en el mundo está acompañado de un manifiesto: “Nosotros odiamos internet. Antes nos encantaba. Crecimos amando internet. Nos hacía felices… (pero) Nunca fuimos los dueños, nunca lo seríamos… Vimos cómo nuestras comunidades se disolvían en guerras civiles. Vimos cómo nuestros activistas políticos y nuestros líderes comunitarios se volvían marcas famosas, cómo nuestros visionarios tecno-utópicos se inclinaban ante el capital y los accionistas. Nos dejamos convertir en el contenido que hay entre los anuncios comerciales, nada más. El capitalismo y sus algoritmos han aplastado la democracia”.

No solo eso, sino que incluso en el “Después”, los personajes principales se ven envueltos en debates estratégicos retrospectivos. Quizá como es de esperar (y excúsenme los spoilers), el devenir de la civilización post-global revive las gobernabilidades del caudillismo militarizado, pero no por eso deja de haber grupos guerrilleros contestatarios. Por ejemplo, Anika –ahora enganchada con rebeldes en Gales- y Grids, un hombre menos radical y más político, que se quedó en el Croft (un barrio de Bristol) para tratar de mejorar la vida de su gente, como un puntero que toma y da, pero es en esencia generoso según Mariana Enríquez, discuten entre ellos. Dice Grids: 

-¿Qué pensaste que iba a pasar? Después de que rompieron todo. De verdad. ¿Qué pensaste? ¿Que todo se iba a solucionar mágicamente? ¿Que esta red de ustedes de alguna manera les iba a dar todas las respuestas?

-No pretendíamos tener respuestas. No para todo. No peleábamos por eso. Peleábamos para que la gente pudiera decidir por sí misma, Grids. Para empezar de nuevo. Peleábamos por la autodeterminación…

-Bueno, consiguieron lo que querían. ¿Autodeterminación? ¿Esos paramilitares skinheads de Knowle que linchan musulmanes? Eso es autodeterminación. Así es como se ve. Montones de gángsters y caudillos y gente aterrada, todos tratando de cuidarse a sí mismos, tratando de proteger a los suyos.

Es interesante (y sintomático, por otra parte, de esta época convulsa) volver a encontrar términos como “autodeterminación” y “marxismo” en novelas de ciencia ficción, porque plantean debates estratégicos que son más esperables por fuera de la literatura: en una asamblea territorial, en un partido, en una charla entre amigxs, etc. Mi hipótesis es que el realismo capitalista está entrando incipientemente en contradicción con otras formas del imaginario. De alguna manera, las subjetividades contemporáneas acuerpan menos un no hay futuro que un qué hacer, aunque la manera en que se formulan las preguntas y las respuestas a esa cuestión tomen formas tan extravagantes como el gobierno mileísta. Eso no puede no entrar en la literatura.

En Detalle infinito el problema está recuperado a partir del ciberactivismo. Lxs protagonistas de Maughan, en el “Antes” estaban nucleados en un proyecto de red mellada para su barrio en Bristol. Habían bloqueado en ese perímetro el acceso al internet global y construido una red en la que solo participan los dispositivos locales, que se enrutaban entre sí, sin necesidad de nodos centralizados. Es una propuesta que en muchas comunidades pequeñas, inclusive en nuestro país, existe. Se trata de una herramienta para la autonomía tecnológica, aunque al día de hoy presenta varias limitaciones.

En la novela, si bien está bastante desarrollada esta tecnología desde abajo, uno de los problemas que presenta es la tecnocracia implicada, donde un grupo de expertos gestiona las comunicaciones de toda una comunidad. Entonces, a consciencia de que los usuarios no cuentan con el nivel de alfabetización tecnológica exigible para una verdadera democracia tecno-comunicativa, en caso de emergencia disponen de una herramienta que permite espiar toda la información que procesa cada uno de los dispositivos conectados. Si bien Maughan no lo menciona de esta manera, lo que enfrentamos aquí es el llamado solucionismo tecnológico: el vicio ciberactivista de proponer soluciones tecnológicas (como una red mellada) a problemas sociales (como la concentración de los medios de comunicación). Pero no por eso se descarta el ciber-activismo, de hecho es difícil no describirlo como un libro ciberactivista; en todo caso se le hacen preguntas necesarias para mejor vincularlo con otras luchas y problemáticas de la vida en sociedad.

“Tiene razón Grids”, concede más tarde otro de los personajes, “queríamos destruir todo sin saber qué queríamos construir después”. Es difícil que el diagnóstico no interpele a más de unx militante o activista. Incluso frente a una condición objetiva que pareciera ser favorable, en este caso el apagón de internet y la comunicación centralizada por el capital transnacional para la vigilancia y el control social, las condiciones subjetivas no están dadas.

Como en muchas otras obras de ciencia ficción política, la máxima estratégica se orienta únicamente a frenar el avance o remover de cuajo una dinámica de opresión establecida, pero nunca al pensamiento de la organización posterior de una comunidad libre de explotación. En realidad, la acción estratégica se encuentra ausente. Como comenta Chuit Roganovich, “no aparecen en la narrativa de ciencia ficción contemporánea programas de acción prolongados en el tiempo, ni críticas estructurales al orden imperante ni reivindicaciones ideológicamente unificadas opuestas al statu quo. Por el contrario, toda aparición de una visión de conjunto es solapada y minimizada por dinámicas de respuesta de acción directa: la política subalterna en la narrativa contemporánea de ciencia ficción es una política coyunturalista, propia de la realpolitik y en donde conviven múltiples identificaciones ideológicas, por incongruentes o contradictorias que puedan parecer”.

En el caso de Detalle infinito, una vez desarticulada la globalización empiezan a reestablecerse los Estados, primero a nivel ciudades y luego a nivel naciones, aun con autoritarismos, enfrentamientos armados y transas mediante; pero como decíamos también hay fuerzas organizadas que luchan contra eso, y encuentran en la red mellada una ventaja potencialmdnte anticapitalista. Ahora bien, la progresión desde el realismo capitalista hacia una ciencia ficción crítica con el sistema regente, para luego entrar en ficciones dialécticas donde la contradicción social y política recrudece, nos habla de una literatura  que, de algún modo, sigue el ritmo de las contradictorias condiciones subjetivas contemporáneas. Hace algunas décadas, apenas era literariamente imaginable contestar al poder global; hoy se nos presentan constantemente debates tácticos en una buena cantidad de ficción. Más temprano que tarde tendrán que revitalizarse, ya sea en la literatura o en el cine, los debates estratégicos. Detalle infinito es una novela por demás entretenida, hasta por momentos conmovedora, para pensar esa perspectiva.

Vivimos en el capitalismo, su poder parece ineludible, pero también lo parecía el derecho divino de los reyes. Cualquier poder humano puede ser resistido y cambiado por los seres humanos. La resistencia y el cambio suelen comenzar en el arte. Muy a menudo en nuestro arte, el arte de las palabras.

Ursula Le Guin