Bienvenidas al desierto de lo real [ensayo]

La gentrificación en la ciudad de La Plata

Gentriké

Este año, la ciudad de México se vio asediada por una serie de movilizaciones en contra de la gentrificación, un proceso impersonal y abstracto de transformación urbana bajo lógicas de remercantilización y extracción rentística del espacio de la ciudad. Dicho así, el concepto suena demasiado teórico como para encontrar resistencia de masas. Sin embargo, no es difícil inscribirlo en procesos históricos de colonización del hábitat y expulsión de sus habitantes. Procesos inmemoriales, que despiertan inmemoriales resistencias.

Ocurre que las consecuencias de la gentrificación son bien visibles y concretas, en tanto se manifiesta en un boost de inversiones inmobiliarias en zonas residenciales modestas, cuando no deterioradas. Estas inversiones luego exigen sistémicamente ser valorizadas.

Así va aumentando el costo de vida en los barrios gentrificados, sobre todo a partir del precio de los alquileres, pero también de viejos comercios barriales que cierran en la medida en que no pueden competir con las grandes cadenas que los reemplazan y que, una vez cooptado el territorio, aumentan sus precios al consumidor local.

De esta manera, los barrios gentrificados se van vaciando de pobres, ahora nuevamente exiliados a las nuevas periferias. Así el espacio urbano en cuestión queda liberado para la llegada de los estratos medios y altos de la sociedad, generalmente foráneos.

En la Ciudad de México, la mayoría de estos foráneos son estadounidenses, mientras que los primeros en ser expulsados son, como siempre, los pueblos indígenas, luego lxs morochxs precarizadxs y finalmente las familias asalariadas, condenadxs todxs a vivir cada vez más lejos de sus centros de explotación en la llamada economía real.

De hecho, el término gentrificación es un anglicismo ("gentry" en inglés refiere a la baja y media aristocracia, así como el despectivo "snob") que nace con las políticas neoliberales de Thatcher. Si quisiéramos traducir etimológicamente el concepto, perfectamente podríamos hablar de aburguesamiento urbano.

Entre público y privado hay un puente que destruyo

Es fácil pensar que la gentrificación es entonces un fénomeno de mercado, que ocurre cuando "un grupo de personas de un cierto nivel económico descubren un barrio de gente pobre que, a pesar de estar degradado y depreciado comercialmente, ofrece una buena relación entre la calidad y el precio y deciden instalarse en él, aprovechando las oportunidades de compras de los precios", como se explica en Wikipedia. Bajo esta lectura, el problema sería la desregulación estatal en términos de vivienda.

Sin embargo, no existe la economía de mercado sin la contundente agencia estatal. Es el propio Estado (municipal, en este caso) el que habilita demoliciones y construcciones, loteos varios y excenciones impositivas, cuando no directamente subsidios a la industria cultural despolitizada.

En la ciudad de La Plata, incluso, es el propio Estado el que hace el doble trabajo de "poner en valor" los espacios públicos para la especulación inmobiliaria, por un lado, y de expulsar a lxs trabajadores callejerxs (racializadxs) que "afean" la ciudad, por el otro. Para el capitalismo, poner en valor significa, muchas veces, destruir aquello que se presenta desvalorizado.

Inscribíamos la gentrificación en los históricos procesos de colonización porque, como en todos ellos, sus expresiones ideológicas son abiertamente racistas. Al Gobernador, palabras más palabras menos, le da vergüenza recibir a sus diplómatas en un palacio con vista directa a la negrada que vende ropa usada.

Aun si el Estado municipal se garantiza cierta dirección del desarrollo urbano-inmobiliario bloqueando el avance de algunos barrios cerrados en la periferia, no lo hace por razones ecológicas y sociales (como podría suponer el buen sentido común), sino por su necesidad a largo de plazo de recentralizar tal desarrollo en el centro de la ciudad, evitando la fuga de capital urbano a la periferia.

Sin embargo, no alcanza con coaccionar con estos vetos a inversores y capitalistas inmobiliarios, es decir, a la clase dominante del mercado de la vivienda y de la tierra urbanas. También hay que seducirlos con sacrificios. Así, se despoja territorial y simbólicamente a sus habitantes originarios y se reconvierte el espacio público en un render de simulación, arquitectónicamente neutralizado a la estandarización cultural del reino de la mercancía metropolita.

Ninguna de estas políticas parte, por supuesto, de consultas populares; por el contrario, como da cuenta Awkache, son decisiones que se toman a espaldas de trabajadores y habitantes y, de hecho, aplastando su resistencia. Como decíamos en un texto previo, el capital ya no tiene tiempo para consensos democráticos ni concesiones al oprimido.

Por eso estas reconversiones del espacio público urbano tienen que explicitar su violencia con distintos mecanismos económicos y simbólicos: prohibiendo la venta en la calle (a menos que seas empresario, entonces sí podés ocupar la vereda); instalando patrulleros eléctricos "anti-fisuras" en las plazas renovadas; y pintando de blanco murales y otras expresiones del arte popular en la calle. Así, borrar un mural de Julio López o Norita Cortiñas no es un error ni una mera crueldad, sino una exigencia del capital, que demanda una tabula rasa material y simbólica para colocar sus inversiones imponiendo su cultura: la cultura desértica de la mercancía.

La ley del valor, desde siempre, no puede prescindir de la acumulación originaria; solo cuando ya no rige con fuerza ninguna otra ley, la sociedad termina sometiéndose al reino de la mercancía. Entonces sí, les rubies que habilita el mercado van a los cafés de espacialidad, consiguen un segundo laburo para pagar un monoambiente en el centro, vomitan sushi y se toman unos mates a las dos de la mañana en una plaza más iluminada que un shopping.

¿Por qué una plaza no puede ser oscura de noche?

Croan las ranas del bosque, su majestad

Bajo estas políticas públicas municipales, pareciera, se reactivaría la economía: los edificios a medio construir hace años se vuelven a poblar de andamios y albañiles sobreexplotados sin derechos laborales. Las inmobiliarias rescinden los contratos y salen en busca de inquilinos caros e inversores provinciales, ofreciéndoles acceso a los espléndidos jardines vigilados de las plazas públicas.

Pero lo único que sube es la espuma especulativa a través, por supuesto, de la extracción de renta inquilinaria que redobla la parasitación a lxs trabajadores.

Así lo prueba un reciente informe elaborado por la Subsecretaría de Atención de Inquilinos de la Municipalidad de La Plata. El informe reveló que los alquileres de la mayoría de las propiedades de entre 2 y 3 ambientes en la ciudad se incrementaron por encima de la inflación en el primer trimestre del año. Para marzo de este año, el alquiler promedio de un departamento de 2 ambientes -396 mil pesos- representó "un 135,71% del Salario Mínimo Vital y Móvil; un 113,68% de la jubilación mínima; un 57,28% del salario Administración Pública provincial y un 67,59% del salario de un maestro de nivel inicial". Si se toma como parámetro el promedio de los salarios netos registrados, el peso del alquiler "representa un 38,73%" en una ciudad en la que el 20% de la población alquila.

La economía, como podemos ver, no se reactiva, por lo menos no para la clase oprimida; en todo caso, lo que se profundiza es la redistribución del valor hacia arriba, particularmente hacia los sectores rentísticos/extractivos de la economía local. Mientras tanto, la desocupación en el Gran La Plata subió al 8,7% y sigue por encima del promedio del país y la pobreza alcanzó al 37,3% de las personas (349.855) y al 29,5% de los hogares (106.833) durante el segundo semestre de 2024.

Cuando la producción de valor está estancada, lo que prevalece es su extracción.

Actualmente, la remodelación del Parque Saavedra es el cuarto proyecto de remodelación de un espacio público bajo la gestión de Alak, otro de los neomenemistas que se encuentran entre los cuadros del Estado, que está aplicando un aceleracionismo de la extracción de la renta urbana. Quizá el más ambicioso, dado el tamaño del parque, aunque las imágenes del proyecto permanecen opacas y nadie sabe lo que se quiere hacer. Pero también dada su resistencia. Esta vez, el proyecto no es solo contra lxs manteros / trabajadorxs callejorxs, sino que se presenta también como un conflicto ambiental que, además, atenta contra "lxs jipis" que lo habitan, esos extrañísimos seres que aun profesan la vida en la tierra frente al nihilismo autrodestructivo del capital.

Si el parque es un humedal que previene inundaciones, si los árboles son un pulmón verde, si allí existen una biblioteca y una huerta comunitaria, si se desarrollan murgas, eventos culturales para infancias, ferias y otras actividades barriales que poco tienen que ver con la valorización del valor, de nada importa a la economía-política municipal ni al extractivismo urbano. Lo importante es que los negocios de las inmobiliarias, con el ojo puesto en sus alrededores, tengan lo que quieren y necesitan para vampirizar hasta la última gota de nuestra autonomía habitacional.

memento mori!